Tu recuerdo

Tu recuerdo se me quedó en el pecho como una semilla. Una simiente de dolor y anhelo.

Se me quedó pinzada entre el alma y la garganta, entre las vísceras y el corazón.

Por eso, sus raíces se amarraron a mis tripas y fue creciendo hasta mi garganta. Por eso no comía. Por eso no podía ni hablar. Por eso no podía ni respirar.

Tu recuerdo se hizo grande, creció hasta apoderarse de mis pensamientos, de mis ganas y de mi sexo.

Tu recuerdo se hizo fantasma. Por eso guardaba tu hueco en la cama, tu vaso olvidado en la mesilla, tu olor a sudor y nicotina en la almohada.

Hasta que me di cuenta de que los recuerdos no son amos, que yo soy la dueña de mi pensar y de mi cuerpo. Y me quité la rabia de las vísceras, arranqué las malas hierbas de mis tripas y de mi corazón. Removí la tierra del alma para quitarme el fruto del dolor y la memoria.

Y me di cuenta de que no veo fantasmas. Así que ventilé mi vida para que la lluvia y el viento se llevasen tu huella pegada en las esquinas. Y dormí en el que era tu lado para ver que ya no te sentía. Y bebí de tu vaso olvidado para saber que ya no había rastro de ti.

Porque tu recuerdo se me había quedado en el pecho como una semilla. Una simiente de dolor y anhelo.

 

4 comentarios en “Tu recuerdo

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