Natacha

Mi abuela siempre ha llamado y llama natacha a la mantequilla.

Tardé en saber que la nombraba así porque hubo una marca con ese nombre. No recuerdo que ella comprase esa marca específica, pero siempre lo dijo así. Natacha.

Tal vez por eso, y sin saberlo, llamé así a una de mis muñecas. Me inventé que era rusa y quería ser escritora, pero trabajaba infeliz como niñera (siempre buscando el drama).

Ahora que lo pienso, Natacha tenía el color del azafrán de los campos de la abuela. Tenía el pelo rojo como las hebras y el vestido era púrpura como la rosa que las cubría. Tal vez por eso me gustaba esa muñeca. Porque me recordaba a su olor.

La yaya olía siempre así porque guardaba el azafrán en el armario del cuarto del fondo. Ese azafrán que le había hecho heridas en las manos y le había dejado la espalda dolorida de por vida.

Yaya, me hiciste prometer que esa tierra que ya estaba vacía, nunca se vendería. Yo te dije que sí, que lo que dijeses, pero no lo entendí. Igual que no entendía porqué la mantequilla era natacha para ti.

Pero ahora me veo escribiendo de olor a lluvia, de tierra fértil, de las raíces que me atraviesan, de pétalos de la rosa del azafrán y de las espigas que se me clavan en el alma. Y puede que por eso, y sin yo saberlo, todo haya sido por ti.

Imagen: Pexels

Mi mar de trigo

Hoy la maestra Elvira nos ha explicado cómo es el mar.

Ella lo vio hace unos años, en un pueblo de Valencia, cuando fue al entierro de una tía. Dice que cuando descubrió el mar, la pena del luto se le mezcló con lo que veía y se le hizo un nudo en el pecho, una garra que no le soltaba. Yo me imaginé un nudo hecho de cuerda y una garra de lobo y ese pensamiento me rasgó por dentro. Dijo que esa sensación era como el desamor y que por eso hay tantos poemas a la mar y a desamar. Yo no quiero que me pase eso, así que no me enamoraré y no creo que tampoco llegue a ver nunca el mar.

La maestra Elvira dice que mirando al mar la vista se pierde, que no puedes ver dónde empieza el cielo y dónde termina el agua. «Como si el horizonte desapareciese. Como si el cielo bajase al mundo», nos ha dicho.

Yo no termino de entenderlo y no sé cómo de pecado puede ser lo que nos cuenta, porque si el cielo baja no sé si tendrá que ver con Dios, con los ángeles, con los santos o con las monjas y el Padre Tomás, el cura de pueblo. Así que mejor no diré a los mayores estas cosas que nos ha contado la maestra. Porque no quiero que le pase nada, me gusta la maestra Elvira.

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