Se mecen mis caderas como el vaivén de las olas.
La tormenta ha sacudido mi cuerpo (columna, pies y entrañas), pero ahora la calma llega a este océano que llamas sábanas.
Se me han ensanchado las caderas, como cuando se abre un lirio sobre su cama de agua.
Y mi alma gotea, se escurre. Con olor a ese agua de lirio, a salitre y a coral rojo.
La tormenta me ha dejado su marca en los labios y la piel en alma viva, pero no importa.
Ahora camino con el paso arrastrado que deja la marea.
Nadie sabe que he sido la reina de un océano de algodón arrugado.
Que la tormenta ha caído en la cama y nos hemos vuelto rompeolas.
Y que no había luna en este techo y que no somos agua, pero hemos bailado hechos marea.
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